Con unos elevados costos de producción, el archipiélago francés de Nueva Caledonia, uno de los principales productores mundiales de níquel, apuesta por el «níquel verde» más respetuoso con las normas medioambientales para diferenciarse de sus rivales más económicos.
«Nunca seremos más baratos que nuestros rivales de Indonesia y Filipinas. Por eso, queremos convertirnos en campeones del ‘níquel verde’, lo que representará para nosotros una ventaja en el mercado mundial», explica Christopher Gygès, miembro del gobierno local.
Este territorio situado en el Pacífico Sur apuesta por usar antes de 2030 la mitad de energías renovables en la industria metalúrgica, un desafío ambicioso, máxime cuando las tres fábricas del archipiélago funcionan sobre todo con centrales de fuel o carbón.
Debido a su industria minera, corazón de su economía, Nueva Caledonia tiene una de las tasas de emisión de CO2 por habitante y año más elevadas del mundo (29,6 toneladas), según la dirección de Minas y Energía.
El operador metalúrgico más avanzado en el campo del «níquel verde» es Prony Resources, que retomó en 2020 el complejo industrial del gigante brasileño Vale, alimentado por el riquísimo yacimiento de Goro, en el sur del archipiélago.
La planta produce un níquel poco refinado destinado a las baterías de vehículos eléctricos. Su principal cliente es el número 1 mundial del sector, Tesla, en base a un contrato de 42.000 toneladas entre 5 y 7 años.
«Neutralidad de carbono»
«Prony Resources se embarcó en un ambicioso proceso de descarbonización de su producción y busca la neutralidad de carbono en 2040», explica Gabriel Bensimon, responsable de ‘marketing’ y ventas de la empresa, situada actualmente junto a una central de carbón.
En diciembre, la compañía concluyó un acuerdo con TotalEnergies para la construcción de una megaplanta fotovoltaica de 160 MW y de una capacidad de almacenamiento de 340 megavatios hora.
La central, cuyo costo es de 168 millones de euros (177 millones de dólares), entrará en funcionamiento en 2025 y cubrirá casi dos tercios de las necesidades en electricidad del sitio.
«Nuestras emisiones de CO2 vinculadas a la energía se reducirán hasta la mitad, a 230.000 toneladas anuales», detalló Bensimon. El gobierno autorizó un primer tramo de 40 MW de la central, que funcionará en 2023.
Prony Resources, que recibió financiación del Estado cuando la adquirieron intereses públicos y privados neocaledonios, invirtió además 300 millones de euros (317 millones de dólares) para almacenar sus residuos en seco, menos dañino para el medio ambiente que de forma húmeda.
A la zaga
La compañía Société Le Nickel (SLN), operador histórico del níquel neocaledonio, está a la zaga.
Su fábrica de Doniambo, en Numea, está alimentada principalmente por una central eléctrica de petróleo que está al final de su vida útil y es muy contaminante. A partir de julio y hasta 2025, será remplazada por una central «temporal» de petróleo de 200 MW.
A largo plazo, está solución provisional dará paso a grandes proyectos fotovoltaicos y tres pequeñas centrales de gas.
Pero la SLN solo obtendrá el visto bueno ambiental de la provincia sur de Nueva Caledonia, si se compromete «claramente» a usar el 70% de energías renovables para 2030, advierte Christopher Gygès.
La tercera planta metalúrgica de la isla, Koniambo Nickel (KNS), es la menos avanzada en términos de transición energética. Operada por Glencore y una empresa local, funciona con su propia central de carbón.
«En el níquel verde, hay una locomotora Prony Resources, un vagón SLN y una vaca que ve pasar el tren, Koniambo Nickel», asegura Hubert Géraux, director de la oenegé WWF en este archipiélago francés.
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